Profesora
Nunca oía música, siempre escuchaba música: la memorizaba, la cantaba, la soñaba, la vivía, …en realidad, ella me vivía a mí.
La música necesita un cuerpo, una mano, una boca, una oreja, un corazón, una encarnadura, un espíritu y un afán.
La música crecía en mí, ¿o crecía yo? El adulto que reside en mí quiere seguir paseando de su mano, por paisajes andados y por caminos vírgenes.
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