Adulto
-¿Quieres que borre la pizarra?- me dice Cristian.
Le digo que no, porque el polvo de tiza permanece pegado y no flotando en el aire y próximo destino, nuestros pulmones. Le comento que mientras está ahí, pegado polvo vertical, vive su instante de eternidad, viviendo por los que le miramos, viéndolo.
El asesino borrador le lleva lejos de la memoria y de la admiración de los mirones, le abandona siendo blanco, en un negro rincón de olvido, donde se agolpa, amontonado y sin orden, todo lo escrito y dibujado, con la suma del ingenio y el yeso-caolín de la tiza.
(100 palabras)
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